No creemos que hagan falta grandes innovaciones, ni romperse mucho la cabeza para saber cómo mejorar la Salud Mental, simplemente porque ya se ha hecho y muchas veces tenemos las soluciones delante de nosotros, sólo que, por lo que sea, no las utilizamos. Bastarían cinco medidas ya existentes (incluso menos) para mejorarla muy significativamente:
1. Aplicar las leyes
Algo tan sencillo y lógico como aplicar las leyes vigentes bastaría para mejorar enormemente la situación de las personas con enfermedad, disminuir su estigma e igualar sus derechos, por no hablar de la “salud mental ambiental” que generaría. Imaginémonos, si no, cómo sería la situación de la Salud Mental en caso de aplicarse en su integridad y en todos los casos la actual legislación sanitaria, social, educativa, civil, penal, de igualdad, laboral, etc.
2. Cumplir los planes
La atención a la Salud Mental está perfectamente planificada: en el mundo, en Europa y en España. Esta planificación contempla todas las dimensiones de la atención a la Salud Mental: prevención y promoción, incluso desde la escuela; creación de nuevos dispositivos, mejora en la gestión y organización de los existentes, mejora de la coordinación entre todos los agentes implicados, políticas de disminución del estigma, investigación, etc., etc. Lo que pasa es que esa planificación no suele llevarse a la realidad en la forma que ella misma prevé. Sin entrar a analizar por qué se planifica lo que no se va a cumplir, volvamos a imaginarnos cómo sería la atención a la Salud Mental, esta vez en el caso de aplicarse íntegramente, por ejemplo, el Programa de Acción Global en Salud Mental de la OMS, el Pacto Europeo por la Salud Mental y el Bienestar de la UE, la Estrategia en Salud Mental del SNS o los planes autonómicos de Salud Mental que poseen la práctica totalidad de las comunidades…
3. Respetar los códigos éticos
Los profesionales sanitarios poseen códigos éticos, los periodistas también, así como la industria farmacéutica y los abogados, entre otros. Si se respetasen siempre en la forma que en ellos mismos se establece, mejoraría el comportamiento de todos estos profesionales y sus consecuencias, en beneficio de las personas con problemas mentales en particular y de la salud mental pública en general.
4. Tomar decisiones eficientes basadas en la evidencia científica
Aunque a veces parezca lo contrario, existe mucho conocimiento científico en Salud Mental, tanto a nivel clínico-asistencial como planificador y gestor. Es cuestión, por tanto, de acceder a él y tomar decisiones teniendo en cuenta esa evidencia, incluida también la cada vez más necesaria dimensión económica de esas decisiones.
En caso contrario, lejos ya del principio categórico del primum non nocere, nos arriesgamos a la iatrogenia, a la prevención cuaternaria y a la asistencia defensiva, con todas las consecuencias que ello conlleva para la población, los profesionales y el propio sistema.
5. Corresponsabilizarse con la propia salud mental
La protección de la salud es algo que comienza en uno/a mismo/a. Tanto si se posee como si se ha perdido, la salud mental es un valor que hay que cuidar tanto a nivel individual como colectivo. Ser conscientes de lo que es beneficioso o no para el mantenimiento de esta salud o para su recuperación es algo fundamental: la prevención individual, los hábitos y estilos de vida, la adherencia a los tratamientos, el fomento de la concienciación social hacia la salud mental, hacia los problemas derivados de su pérdida y hacia las personas afectadas por ello son elementos clave para mejorar la salud mental de las poblaciones.